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Los montes palmeros en la Edad Moderna

Pedro C. Quintana Andrés

Los montes palmeros en la Edad Moderna
Precio: 20.0 €
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ISBN 978-84-92628-05-6
Edición 1
Año 2008
tapa blanda
354 páginas
28x18 cm
Historia

Sinopsis:

Durante el Antiguo Régimen los montes palmeros experimentaron una progresiva deforestación de desigual intensidad según la localización, tipología, altitud o cercanía a los principales núcleos de población de la masa forestal. Las primeras datas de tierras distribuidas por el Adelantado y las concedidas con posterioridad por el Cabildo implicaron ya las primeras transformaciones de paisaje natural insular, con un creciente retroceso de la masa arbustiva localizada en las franjas litorales –palmeras, dragos, sabinas- del este y oeste insular, además de la roturación de las bandas inferiores de la laurisilva en el espacio comprendido en el cuadrante noreste de la isla (Buenavista, Puntallana, Granel, Los Sauces). A ellas se sumaron los terrenos de medianías ubicados en el área oeste donde las zonas de pinar abierto van a ir siendo lentamente dedicadas al cultivo de cereales o a la explotación ganadera en extensión. Desde las primeras décadas colonizadoras la silvicultura (leña, carbón, madera) se convertirá en uno de los subsectores económicos de mayor notabilidad en la isla tanto para el abastecimiento insular como de mercados foráneos y el fomento de un amplio sector artesanal.
El fin del ciclo azucarero y sus sustitución por la producción vitivinícola generó un profundo cambio en las bases económica insulares, no tanto en el aspecto agrícola como en la propia división interna del trabajo, en las vías de financiación, en el modelo de comercialización, en los activos implicados y en las estructuras productivas empleadas en cada una de ellas. La vid generó riqueza, favoreció el arribo de mano de obra foránea y afianzó en el poder a una oligarquía cuya iniciativa no sólo implicó el control de la propiedad agraria y de una gran parte de la renta, sino también del propio poder político representado por las instituciones registradas en la isla (Cabildo, alcaldías reales, beneficios eclesiásticos, milicia). El nuevo sistema productivo favoreció los intereses de los poderosos cuya estrategia se centró en la acumulación de tierras a través de diversos mecanismos –data, compra, usurpación-, las alianzas familiares y la creciente amortización. La reducción del número de parcelas en el mercado de intercambio, la disminución de su tamaño medio –incapaces ya de sostener a una familia-, el fraccionamiento de la propiedad libre después de cada generación, la presión ejercida por la oligarquía sobre los medianos y pequeños propietarios, el uso de acuerdos contractuales de explotación de las parcelas lesivos a los intereses de los contratados o las cíclicas recesiones económicas desembocaron en un empo-brecimiento de los grupos populares. El propio cultivo de la vid implicaba destinar una amplia extensión del terreno fértil insular a una producción donde la mano de obra a emplear tenía un carácter temporal, generando considerables cesantías. Una fracción del campesinado debió recurrir a las labores de subsistencia, practicadas ya por los sectores desfavorecidos, el trabajo artesanal doméstico o encaminar sus esfuerzos a la explotación de las áreas montuosas, espacio de subsistencia de un nutrido grupo de vecinos. El monte se convirtió en un recurso de primer orden aunque una vasta extensión –pese a ser reconocido como realengo, concejil o vecinal- apenas si podía ser utilizado –sobre todo las áreas de medianías- al estar tomado ilegalmente por un sector de los poderosos favorecidos por sus iguales asentados en las instituciones de ámbito insular. La reducción de las áreas de pasto, madereras o de carboneo favoreció un clima de conflicto en la isla desde mediados del Seiscientos, cuyos ejemplos se encuentran en las propias dehesas concejiles y comunales reducidas casi todas a tierras de uso particular. La mayoría de las datas otorgadas por el Cabildo recayeron posteriormente, sobre todo tras alguna recesión coyuntural, en manos del sector del poder, aunque la idea primigenia de su distribución era disminuir la presión social de los sectores desfavorecidos, evitar conflictos sociopolíticos, favorecer a los grandes propietarios con una mano de obra instalada en pequeñas propiedades cercanas a sus haciendas, limitar las tierras concedidas a parcelas de mera subsistencia y, sobre todo, legalizar de forma tácita las apropiaciones fraudulentas de una considerable fracción de las tierras realengas, concejiles o comunales tomadas por el sector del poder con el beneplácito de sus correligionarios presentes en el Cabildo insular. Si bien esta última situación era conocida vox populi, sólo se manifestará una repulsa popular contra estas formas de apropiación en las fases económicas recesivas, cuando en algunas áreas de la isla los jornaleros y los pequeños campesinos/ganaderos tendrán que recurrir a la Real Audiencia reivindicando sus derechos, casi siempre rechazados o atendidos en parte.

El autor:

Pedro C. Quintana Andrés
Profesor

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